29 abril 2009

La naturaleza mi fuente de energía


Hacía muchos meses que mi intuición me decía que tenía que ir a La Lobera a encontrar respuestas, aquellas respuestas que mi mar, mi mar Mediterráneo no había sido capaz de ofrecerme, a pesar de habérselas pedido de forma insistente.

De todos los elementos de la naturaleza que aquel lugar me ofrecía, fueron los árboles centenarios los que me produjeron mayor atracción.

La primera mañana paseando por los riscos de los Galayos, en el río Pelayo, de repente me quedé paralizada ante la imagen del Nogal del Barranco. Su tronco majestuoso y sus inmensas ramas me atrajeron hacia él. Lo abracé, y aunque mis brazos no fueron capaces de rodearlo por completo, me transmitió tanta energía… Cerré los ojos y volví a vivir, como si de una película se tratara, momentos felices de mi infancia. Estaba de nuevo en la Noguera, en nuestra Noguera cuyas impresionantes ramas nos protegía del amenazador sol de Agosto. Allí a su pie estábamos todos: la abuela Ángeles, el tío Félix, la tía Eustaquia, la tía Eulalia, mis padres, mis hermanos, mis primos…, compartiendo aquella gran comida anual. De repente noté mis ojos húmedos, pero mis lagrimas no eran de tristeza, si no de alegría. Por un instante el Nogal del Barranco me había permitido volver a reunir, aunque sólo fuera en mi imaginación, a mis seres más queridos. De repente volví a la realidad, y al abrir los ojos supe que al regresar a mi mar todo iba a cambiar y encontraria el camino que estaba buscando.

Ana